Este último año en la consulta ha sido muy intenso y revelador pues han sido muchos los casos de personas con diferentes patologías como fibromialgia, endometriosis, dolor pélvico crónico, neuralgias, etc, que han referido trastornos gastrointestinales como uno de sus síntomas principales. Incluso en una buena parte de los casos, ese ha sido su motivo de consulta. Esto me sugiere dos cosas, una que estos problemas están aumentando, y otra que los pacientes son más proactivos en buscar soluciones. De hecho, estamos ante algo que merece toda nuestra atención pues ya hace un tiempo que los estudios y la evidencia científica nos aporta datos sobre la alta prevalencia de estos trastornos gastrointestinales y su tendencia al alza, y también sobre su relación, no casual, con patologías reumáticas y otras que cursan con dolor crónico. ¿Qué es lo que está pasando en la base del dolor crónico, la obesidad, el exceso de grasa visceral y los trastornos gastrointestinales? Hay un factor clave que es la inflamación sistémica crónica (aumento leve-moderado y sostenido de citoquinas inflamatorias y de estrés oxidativo). De esto ya os he hablado en alguna ocasión y hoy quiero ir a cuestiones más prácticas.
Situación de muchas personas con trastornos gastrointestinales
Además de tener datos y entender por qué pasan las cosas, necesitamos ayudar a las personas que están sufriendo esos problemas gastrointestinales sin saber bien cómo manejarlos e, incluso en muchos casos, sin tener un diagnóstico claro. Los profesionales de la salud implicados debemos ir de la mano del paciente, escuchar mucho y muy atentamente lo que le está pasando, desde cuándo, cómo empeora y cómo mejora e ir trazando el camino para un buen diagnóstico y un correcto tratamiento dietético. Y llegados a este punto me gustaría destacar una primera idea básica de la que siempre se debería partir:
- Cuando un paciente llega a la consulta con trastornos gastrointestinales, NO se debe pautar ninguna DIETA DE ELIMINACIÓN (de gluten, lactosa, fructosa, sorbitol, etc) sin tener un buen diagnóstico o una sospecha muy muy clara de que uno de esos elementos puede ser el problema. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que podemos estar implementando un tratamiento dietético equivocado, complejo, pues eliminar estos elementos de la dieta no es fácil, sin necesidad y atribuyendo el beneficio a esa eliminación cuando el beneficio puede venir también por la mejora global de la dieta.
Así, en el inicio de un abordaje nutricional de una persona con trastornos gastrointestinales sin un diagnóstico claro, es necesario pautar una dieta en la que se garantice todo su potencial en contenido de nutrientes, capacidad antioxidante y antiinflamatoria, eliminando además los alimentos proinflamatorios (exceso de calorías, azúcares, grasas saturadas y trans de productos procesados, carnes rojas, derivados cárnicos, algunos lácteos, etc). Con una primera fase mejorando la dieta del paciente normalmente hay una mejoría considerable, con lo que es más fácil “leer” adecuadamente los síntomas que sí permanecen y seguir con un protocolo coherente con las pruebas diagnósticas que se consideren oportunas. Son muchos los problemas diferentes que pueden estar presentes en una persona con trastornos gastrointestinales y, además, para complicar más el asunto, muchos de ellos pueden ser secundarios, es decir, son un problema que se deriva de otra situación anómala de base, con lo que solucionando la raíz del problema, el trastorno desaparecerá. Esto pasa con muchos casos de intolerancias a lactosa, sorbitol, fructosa, etc, incluso en algunos con sensibilidad al gluten no celíaca, que en un porcentaje importante son consecuencia de todo el estado inflamatorio, de la alteración de la funcionalidad gastrointestinal y/o de la microbiota (alteración en la composición y/o cantidad de las bacterias intestinales). Por eso, es necesaria una valoración nutricional durante un tiempo para poder planificar después una pauta dietética de eliminación, si hace falta, y posteriormente valorar la reintroducción de los alimentos eliminados para ver si se vuelven a tolerar y en qué cantidad se podrían volver a tomar.
Y antes de seguir me gustaría destacar una segunda idea importante en todo este asunto:
- En prácticamente todos los casos en los que se prescriben dietas de eliminación, por ejemplo, dieta sin gluten, dieta baja en azúcares y polioles fermentables o dieta FODMAPs (de las siglas en inglés de fermentable oligo-, di-, monosacharides and polyols), etc, es necesario hacer una REINTRODUCCIÓN de alimentos una vez han mejorado los síntomas para valorar en qué cantidad se pueden llegar a tolerar. ¿Por qué? Simplemente para no eliminar definitivamente algún alimento que en realidad sí podría tomarse. En nutrición, cuanto más variada sea nuestra alimentación mejor vamos a garantizar una correcta ingesta de todos los nutrientes que necesitamos. Y también, por qué no, por una cuestión de facilitar al paciente su planificación de menús ampliando las opciones de alimentos y recetas.
El proceso de diagnóstico y el tratamiento dietético
Normalmente los médicos digestivos hacen unas primeras pruebas para descartar problemas como infección por Helicobacter pylori o enfermedades inflamatorias como la colitis ulcerosa o la enfermedad de Crohn e incluso se suele hacer el screening de enfermedad celíaca. Si todo esto está descartado, es importante que la persona haga una dieta adecuada, potenciando antiinflamatorios y antioxidantes y evitando proinflamatorios, y empezar a descartar intolerancias a la lactosa, fructosa y sorbitol. Estas pruebas son sencillas y no invasivas, se realizan midiendo el hidrógeno espirado después de tomar estos elementos de la dieta, y son baratas, por tanto, merece mucho la pena realizarlas. Si salen positivas, hay que eliminar el elemento en cuestión que está causando el problema, sin perder de vista que en unos 3 meses o poco más, después de una buena pauta dietética, convendría repetir la prueba para ver si se ha resuelto el problema (por ser secundario) o si persiste. Si las pruebas a estas intolerancias salen negativas, podemos sospechar de otros problemas como disbiosis intestinal, sobrecrecimiento bacteriano (SIBO), candidiasis intestinal o incluso intolerancia a la histamina. Su diagnóstico no es tan fácil y no existen protocolos tan definidos, pero lógicamente con el “trabajo” conjunto del propio paciente, su médico digestivo y el dietista-nutricionista, podemos llegar a buen puerto. Si todo lo anterior se descarta, entonces el diagnóstico más probable es un síndrome de colon irritable ya que estaríamos ante una alteración funcional que no responde a daño físico en el intestino ni tampoco a intolerancias o alteraciones de la microbiota.
En consulta de nutrición podemos ir observando las pistas que nos indicarían la posibilidad de un problema u otro, podemos hacer pequeñas modificaciones en la dieta para observar pequeños cambios en la sintomatología, en la vitalidad de la persona, en su peso y composición corporal, para así orientar al paciente y al médico especialista que le esté tratando.
Y aquí lanzo mi tercera idea importante, básica, imprescindible:
- La DIETA IMPORTA MUCHO, es compleja y es una herramienta muy potente y un buen asesoramiento nutricional o un buen abordaje nutricional va mucho más allá de eliminar el gluten. ¿Por qué digo esto? El gluten es el eterno sospechoso de casi todo y en realidad no es el culpable de casi nada. El problema es que, en general, no comemos bien, tomamos demasiados productos procesados, demasiados hidratos de carbono de “mala calidad nutricional” (galletas, cereales, palitos, picos, barritas, snacks, bollería, etc), demasiadas grasas saturadas y azúcares y, por contra, tomamos pocos vegetales. Si comiéramos bien, con una dieta a base de productos frescos y de temporada, con predominio de verduras, frutas, legumbres, frutos secos, semillas y algo de cereales integrales, carne blanca, pescado, yogures y huevos, nos daríamos cuenta de que en realidad tomar gluten no es un problema (solo lo es obviamente para las personas que sí tienen celiaquía o intolerancia al gluten no celíaca).
¿Qué es lo que quiero transmitir? Sobre todo que los trastornos gastrointestinales no son algo trivial, son muy importantes, afectan a la calidad de vida del paciente, pero también a su manera de comer, a su capacidad de absorber nutrientes, a su estado de ánimo (las bacterias intestinales fabrican el 95% de la serotonina que necesitamos para sentirnos vitales y emocionalmente bien!), a su peso corporal y a su salud en general. Por eso, no es algo secundario que se solucione solo con fármacos para mejorar el tránsito intestinal o para controlar los espasmos abdominales, sino que es necesario ir a la raíz del problema y trabajar muy bien el abordaje nutricional y el tratamiento dietético adecuado para cada caso y para cada momento. Muchos pacientes llegan en una situación desesperada y totalmente confusos con respecto a lo que les está pasando y a lo que deben, o no deben, comer, etc. Es normal, nuestro sistema gastrointestinal y nuestro cuerpo es complejo y la dieta también lo es, por eso una ayuda externa nos permitirá seguir un plan para ver más claro qué nos está pasando.
Mejorando la dieta, mejoran, e incluso se solucionan, los trastornos gastrointestinales y, además, mejora la sintomatología y evolución de otras patologías (endometriosis, fibromialgia, SFC, osteoartritis, etc) y, además, mejora la salud general de la persona y la calidad de vida, actual y futura. No es poco, ¿verdad?
Para acabar, permitidme dos últimos consejos, en caso de trastornos gastrointestinales que perduran y no se resuelven:
- Siempre buscar asesoramiento con un dietista-nutricionista y con un médico digestivo: los primeros podemos ayudar a valorar el caso y mejorar la dieta para partir de una base más real y fiable para que los segundos (médicos digestivos) puedan hacer un mejor diagnóstico. Y después entre ambos profesionales el proceso de tratamiento será mucho mejor y efectivo.
- Nunca iniciar dietas de eliminación para ir probando a ver si mejoran los síntomas, esto solo causa confusión, ansiedad, estrés y frustración que, a su vez, suelen empeorar la situación. Solo conviene eliminar o disminuir la ingesta de aquellos alimentos para los que ya se haya observado claramente que empeoran la sintomatología y a partir de ahí, consultar.
Y como ya sabéis, por aquí estoy para ayudaros en lo que esté en mi mano 😊
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